
Por Leonina Arismendi — News Latino Today
Crédito fotográfico: Hackeo Cultural 2025, provisto por Yaku Mama Media Room
A pocos días de la próxima Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30), que se celebrará en Belém, Brasil, una travesía histórica recorre el corazón del Amazonas. Se trata de la Flotilla Amazónica Yaku Mamá, un colectivo conformado por más de 200 líderes indígenas, activistas y defensores del territorio de toda América Latina que navega por el gran río para llevar un mensaje urgente.
Partiendo desde las estribaciones andinas de Ecuador, atravesando Colombia y Perú hasta adentrarse en Brasil, la flotilla convierte el río en un corredor de resistencia y memoria. No es turismo, es testimonio. En su recorrido son testigos de la devastación ambiental y humana causada por las plantaciones industrializadas, la deforestación, la extracción y la contaminación. Su propósito: llevar un río de resistencia a la COP30.
“La flotilla no es solo un viaje: es una exigencia. No vamos a Belém a pedir un espacio, vamos a exigir que las políticas climáticas se construyan desde los territorios, con justicia para quienes cuidamos la vida”,
— Leo Cerda
Conocida como Yaku Mamá (“Madre Agua”), la flotilla busca visibilizar lo que los debates internacionales suelen ignorar: la violencia constante que enfrentan las comunidades amazónicas ante el extractivismo, la deforestación y la crisis climática.
“Esta flotilla no es solo una protesta, es un mensaje vivo que navega por las venas de la Amazonía. El río mismo nos muestra sus cicatrices: las manchas de petróleo, la herida de la minería. Pero en cada comunidad que visitamos también encontramos resiliencia y soluciones. No venimos solo a llevar un problema a la COP30; venimos a presentar las respuestas que nuestros pueblos y el bosque han cultivado por milenios.”
— Alexis Grefa, joven kichwa amazónico de Ecuador
Durante su lanzamiento en Ecuador, los participantes realizaron un funeral simbólico por la era fósil, enterrando el modelo extractivista que ha devastado al bosque y sus pueblos. En cada escala, comparten cantos, relatos y saberes, transformando las paradas en aulas vivas de resistencia, soberanía y sanación colectiva.
La COP30, prevista para noviembre de 2025, será la primera cumbre climática celebrada dentro de la cuenca amazónica. Un hecho histórico, pero no exento de contradicciones: en Belém, nuevas carreteras y obras de infraestructura están destruyendo zonas protegidas para recibir a la conferencia que, en teoría, busca salvar el bosque.
Desde sus embarcaciones, los integrantes de la flotilla buscan llevar la realidad amazónica al centro de las negociaciones. Enfrentan a los mismos gobiernos y corporaciones que durante décadas han tratado sus territorios como zonas de sacrificio. Su viaje es una declaración: la justicia climática no se negocia en salones de conferencias, sino que nace en los ríos, selvas y comunidades que sostienen la vida en la Tierra.
El mensaje de la Flotilla Amazónica resuena en todo el continente. Las comunidades migrantes y trabajadoras en Estados Unidos —muchas desplazadas por sequías, huracanes y crisis económicas— viven los mismos impactos del cambio climático.
Del Ecuador al Brasil, y de los campos de las Carolinas a las costas de California, los pueblos más vulnerables son quienes pagan el costo más alto. Trabajan en condiciones extremas, enfrentan desastres naturales cada vez más frecuentes y, en muchos casos, no reciben ayuda alguna, especialmente la población indocumentada en los Estados Unidos. Para ellos, la representación en la conferencia climática más grande del mundo no es simbólica: es una cuestión de supervivencia.
Desde 2012, más de 2.200 defensores del territorio han sido asesinados en el mundo —el 40% de ellos, indígenas—, y solo en 2024 la Amazonía perdió 4,5 millones de hectáreas de bosque primario. Sin embargo, las cumbres climáticas globales siguen dejando fuera a quienes viven en el epicentro de la crisis.
Al llegar a Belém por el río, la flotilla hará imposible mirar hacia otro lado. Su presencia desafía la idea de que se puede diseñar una política climática sin la participación de los pueblos que la sostienen.
La Flotilla Amazónica Yaku Mamá es más que una protesta: es una profecía en movimiento, un río vivo que lleva en sus aguas la memoria, el futuro y la promesa de un planeta donde el agua aún tiene voz.
Más información:
🌎 https://amazonflotilla.quipa.org
Fuentes: Amazon Watch y Environews Nigeria (octubre 2025)
Sobre la autora
Leonina Arismendi es periodista internacional, artista y activista uruguaya. Su trabajo se sitúa en la intersección entre la justicia ambiental, los derechos humanos y la ciencia. Ha colaborado con medios como Farmers Footprint, Latino Rebels, News Latino Today y Kairos Center, además de desarrollar proyectos artísticos y educativos sobre justicia ecológica y memoria colectiva.